Un bebé de cuatro meses reconoce una expresión de felicidad cuando la ve. Y sabe reconocer una expresión de enojo cuando la ve. También reconoce una cara que no demuestra ninguna expresión. Es por eso que hay que tener cuidado cómo nos dirigimos a nuestros hijos y con qué expresión facial. Un bebé nos puede aportar toda aquella felicidad que quizás habíamos creído que nunca encontraríamos. Nos aportan alegría, pero a veces también nos pueden acercar al estrés.
Muchas de las madres de hoy están solas. En su casa, abrumadas por la maternidad que descoloca su propio concepto de sí mismas, golpeadas por sentimientos contrapuestos. Normalmente son mujeres independientes y a veces les cuesta más tirar adelante sin la ayuda de las madres o de una pareja. Pensemos en las madres de siempre, nuestras antepasadas. Ellas no solían estar tan solas. Sus madres, hermanas y comadres las sostenían, las acompañaban y cuidaban de ellas. Les ayudaban a cuidar de su hijo. Se turnaban para que ellas pudieran recuperarse y además les enseñaban a llevar el niño a su espalda mientras realizaban cualquier actividad. Es por eso que, si es bien sabido que el deseo de tener un hijo es muy frecuente entre las mujeres actuales y el bebé en cuestión nos aporta mucha felicidad, también se debe valorar que también pude producir estrés y sentirse solas.
Así pues, es importante saber controlar nuestros sentimientos delante de nuestro bebé, ya que ellos notan como nos sentimos y si estamos tristes, enfadados o contentos. El bebé empieza a desarrollar las habilidades sociales mucho antes de poder hablar. Lo mismo es cierto respecto a los sentimientos. Los bebés rápidamente reconocen y demuestran los sentimientos.
Cuando el bebé reclama brazos y contacto físico no nos pide algo irrazonable, nos pide algo que necesita. Para él, sentir nuestro cuerpo es bienestar. Lo más natural e instintivo es estar sostenido por su madre o por otro adulto con el que se sienta apegado, ya que no puede sentirse contenido ni protegido por nada más. No sabe que nuestras casas son seguras, sigue siendo una cría de primate incapaz de valerse por ella misma, incapaz de protegerse o ponerse a salvo.
La madre, su cuerpo, su olor, su pecho, su mirada, su voz y sus caricias son su hábitat natural. Para el bebé estar en brazos es la felicidad. De este modo también se convierte en nuestra felicidad si nuestro bebé está feliz y nos muestra sus mejores sonrisas. Cuando vemos que nuestro hijo está feliz, todas las noches sin poder dormir bien, las luchas para darles de comer y los lloros incansables, se olvidan unos instantes. Es por eso que debemos intentar potenciar todos los elementos positivos que requiere tener un hijo para que no acabemos cayendo en una rutina negativa y con estrés. Poder disponer de alguien que os de una mano en cuando lo necesitéis es una buena opción para que vosotras tengáis unos momentos de tranquilidad, descanso y para vosotras mismas. Un bebé puede ser lo más maravillosos que puedes esperar en esta vida, pero siempre es importante conocer qué no es fácil sacar adelante a un hijo y tener ayuda extra, apoyo y poder hablar con otras madres también nos serán de ayudas.
[FOTO: Sergiou Baciuoui]