Dicen que el verano es la época más feliz del año, y la verdad es que no se equivocan mucho, ya que el sol nos aporta vitaminas muy beneficiosas para nuestra salud y bienestar.
Entre las numerosas vitaminas que absorbemos gracias a este astro se encuentra la Vitamina D, muy necesaria para nuestro organismo porque ayuda a prevenir decenas de enfermedades crónicas, entre ellas, la depresión. Así lo confirma un estudio realizado por la Universidad de Medicina de Loyola, en Chicago.
Según este estudio, la vitamina D derivada de los rayos del sol, es la causante de que nos sintamos más felices, entre otras cosas, porque nos ayuda a producir la serotonina -la hormona de la felicidad- que regula nuestro estado de ánimo, produce melatonina –la hormona que regula los ciclos del sueño- y hace aumentar nuestros niveles de testosterona, de manera que nuestro deseo sexual también aumenta. El resultado de todo esto: nos sentimos más activos y mejor con nosotros mismos. Además, con esta subida del ánimo que nos proporciona el sol, nos sentimos más atractivos, más sociables, tenemos ganas de cuidarnos más y hasta reducimos nuestros niveles de cansancio, estrés y ansiedad.
Pero los numerosos beneficios del sol no son solo estos, sino que también cabe mencionar muchos otros beneficios funcionales como la activación de la mineralización de los huesos, el aumento del número de defensas, la reducción de los niveles de colesterol y la protección de ciertos cánceres.
Por éstas y más razones, son numerosos los expertos que advierten de la importancia de tomar el sol y aconsejan hacerlo al menos 20 minutos cada día, no solo durante la época estival, si no durante todo el año. Eso sí, con precaución. De esta manera, el cuerpo almacenará las vitaminas necesarias para pasar de la mejor forma posible los días más grises del invierno e intentar reducir la Alteración Afectiva Estacional (SAD, en inglés), que muchas personas padecen. Esta alteración la sufre cerca de un 20% de la población española, ocurriendo con más frecuencia entre las mujeres, y caracterizada por la presencia de síntomas depresivos en invierno que desaparecen cuando llega el buen tiempo. Para intentar combatirlo, en ausencia de la luz natural y desde los años 80, se utilizan terapias con lámparas fluorescentes que han resultado ser muy efectivas incidiendo favorablemente en la evolución de dicha depresión.
Sin embargo, el sol es el mejor aliado para prevenir este tipo de alteraciones que, a veces, aparecen sin ningún motivo aparente. Por eso, es imprescindible que ahora que es verano, lo aprovechemos al máximo recargándonos de sus mejores vibraciones y vitaminas, además de aprovechar las horas de luz que nos regala para hacer actividades y sentirnos productivos al finalizar la jornada. De esta manera, nos haremos un gran favor a nosotros mismos para intentar sentirnos bien durante los meses más fríos del año.
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